Recuerdo tres habitaciones en el primer piso y dos en el segundo, cada una de ellas abarrotada de colchones, mantas y almohadas que querían parecer camas. Por aquel entonces yo era solo una niña de seis años asustada por las constantes explosiones y la visión de decenas de cadáveres todos los días, pero aun así podía darme cuenta de que si mi madre no estaba allí para contarme un cuento cada noche eso no era una cama y un lugar lleno de gente desconocida no era un hogar.
Cada día nos lamentamos de no poder estar con nuestra familia, de no poder disfrutar de la compañía de un ser querido o de no poder salir a la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Pero día a día vamos asumiendo que al fin y al cabo lamentarse no lleva a ningún sitio. Nosotros estamos aquí. En esta casa abandonada. Un montón de niños huérfanos. Que nos vamos apoyando unos de los otros, con el pensamiento de que algún día todo mejorará. Que algún día todo esto pueda ser un sueño y que algún día todo vuelva a ser como antes. Será difícil, claro que lo será. Pero sin ninguna duda, lo conseguiremos.
Todos los días nos llegan noticias de fuera, y siempre vemos al sargento ocupado (más de lo normal), no se para tanto a poner orden, ni a castigar al graciosillo, ni siquiera se detiene a ver los cuartos. Siempre de mala cara, dando parte de las bajas, y recibiendo a los heridos.
Somos casi cuatrocientos, y nadie quiere morir, pero sabemos a lo que venimos, y estamos dispuestos a ello.
Recuerdo tres habitaciones en el primer piso y dos en el segundo, cada una de ellas abarrotada de colchones, mantas y almohadas que querían parecer camas. Por aquel entonces yo era solo una niña de seis años asustada por las constantes explosiones y la visión de decenas de cadáveres todos los días, pero aun así podía darme cuenta de que si mi madre no estaba allí para contarme un cuento cada noche eso no era una cama y un lugar lleno de gente desconocida no era un hogar.
Me gustaMe gusta
Cada día nos lamentamos de no poder estar con nuestra familia, de no poder disfrutar de la compañía de un ser querido o de no poder salir a la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Pero día a día vamos asumiendo que al fin y al cabo lamentarse no lleva a ningún sitio. Nosotros estamos aquí. En esta casa abandonada. Un montón de niños huérfanos. Que nos vamos apoyando unos de los otros, con el pensamiento de que algún día todo mejorará. Que algún día todo esto pueda ser un sueño y que algún día todo vuelva a ser como antes. Será difícil, claro que lo será. Pero sin ninguna duda, lo conseguiremos.
Me gustaMe gusta
Todos los días nos llegan noticias de fuera, y siempre vemos al sargento ocupado (más de lo normal), no se para tanto a poner orden, ni a castigar al graciosillo, ni siquiera se detiene a ver los cuartos. Siempre de mala cara, dando parte de las bajas, y recibiendo a los heridos.
Somos casi cuatrocientos, y nadie quiere morir, pero sabemos a lo que venimos, y estamos dispuestos a ello.
Me gustaMe gusta